Madrugada. Estas dormido profundamente, quizás soñando conmigo o quizás recordando lo que hicimos. Me muerdo el labio y acomodo mi cabello mientras me pongo de lado para observarte mejor. Respiras tranquilo, relajado, saciado... pero yo no. Tengo deseos de ti, de tus besos, de tus caricias recorriendo mi piel, de tus dedos hurgando mi interior. Sin pensarlo me acerco a tu cuerpo y suavemente me rozo contra tu pierna; duermes tan profundo que solo emites un leve suspiro. Eso me da el poder de actuar a mis anchas. Levanto mi pierna y la pongo sobre tu muslo pegando mi sexo desnudo contra tu piel fría; mi mano empieza a recorrer tu torso desnudo una y otra vez hasta que logro que en sueños te muevas, me llames. Hago esto viéndote el rostro, esperando el momento en que abras los ojos y descubras que soy yo la que te acaricia, la que recorre tu piel con prontitud, la que se mueve contra tu pierna, la que está deseosa de ti. Mis caderas se mueven solo un poco más rápido...
Cada vez que te miraba sentía unas ganas incontrolables de tirarme a tus brazos, agarrarme fuertemente a ti y no soltarte. Pero siempre me decía que era una relación prohibida. Que esto no podía ser, que estos lazos que quería crear eran imposibles, que simplemente no podía ni debía ser. Me sentía encerrada en una cárcel de fríos barrotes grises, mientras tú estabas al otro lado, pero con alargar la mano podía tocarte. Pero no podía, estaba prohibido. Eran las reglas... Ya estaba cansada de seguir las normas. Ya no quería seguir así. Así que hoy, me tiré a tus brazos, te abracé y no me solté de ti. Te besé y lo disfruté, haciendo que durará lo más que pudiera. Porque las reglas están para romperse, ¿no?
Comments
Post a Comment